El Realismo supuso una ruptura con el Romanticismo, tanto en los aspectos ideológicos como en los formales. Los escritores dejaron de centrarse en sí mismos y pusieron su interés en la sociedad, observando y describiendo objetivamente los problemas sociales, y para ello se valieron de la novela. En cuanto a la expresión prefirieron un estilo más sencillo, sobrio y preciso, en el que adquirió relevancia la reproducción del habla coloquial especialmente en los diálogos, es decir, adoptando los niveles de lenguaje adecuados a los personajes, que representaban todos los estratos sociales.
Se halla inscrito en un movimiento más amplio que afecta también a las artes plásticas, a la fotografía (que surge con el siglo XIX), y a la filosofía (positivismo, darwinismo, marxismo, método experimental). La estética del Realismo, fascinada por los avances de la ciencia, intenta hacer de la literatura un documento que pueda servir de testimonio de la sociedad de su época. Por ello describe todo lo cotidiano y prefiere los personajes comunes y corrientes, basados en individuos reales de los que toma nota a través de cuadernos de observación, a los personajes extravagantes o insólitos típicos del Romanticismo. Esta estética propugna a su vez una ética, una moral fundamentada en la objetividad y el materialismo filosófico.
En cuanto a los procedimientos literarios del Realismo, son característicos el abuso de la descripción detallada y minuciosa, con enumeraciones y sustantivos concretos; el uso del párrafo largo y complejo provisto de abundante subordinación, la reproducción casi magnetofónica del habla popular, sin idealizarla, y el uso de un estilo poco caracterizado, un lenguaje "invisible" que exprese personajes, hechos y situaciones objetivamente sin llamar la atención sobre el escritor.
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